viernes, 24 de noviembre de 2017

Metáforas elementales.



Él me decía que no expresivo,
pero anoche jugamos a que él era el verano 
y yo era una cometa,
y en la amplitud de su cielo, 
mis movimientos coincidían con el vaivén de sus vientos. 
Luego mi cuerpo se convertía en un columpio 
en el que me mecía hasta el punto máximo 
donde se alcanza el vértigo 
y se disfruta del descenso. 
Nos transformamos en olas,
en olas fuertes que golpean la orilla 
y convierten la quietud en espuma.
Reíamos como chiquillos que disfrutan mezclar la plastilina 
porque la esencia no está en conservar los colores 
sino en crear nuevas formas. 
Éramos la expresión de lo que significa la palabra vida, 
yo era una pasajera que ocupaba el primer vagón del tren 
y se perdía en la profundidad de sus túneles.
Entonces entendí lo bello de sus metáforas, 
cuando me decía que no era expresivo 
pero incendió mi alma con un poema palpable 
en el que comprendí la esencia de los sentimientos.


MARTHA ROJAS

La aerolínea lo ha logrado.




Cinturón amarrado, las cosas en su lugar. - Nos dispondremos a despejar,  esperamos que disfrute su vuelo - dice el piloto. Suspiro, inhalo y exhalo, esto de tener alma viajera y odio a la sensación de vértigo es una paradoja. 

Busco los audífonos y me refugio en melodías que me llenen de paz, ya sabes, la suficiente por si llegamos a ir en descenso sienta que voy hacia la gloria.

La voz del piloto, el caminar de las azafatas, la señora de al lado que parece no darse cuenta de que la alarma de su reloj suena cada 10 minutos, todo por un momento, pasa a otra dimensión. Y ahora sólo soy yo. Yo y mis audífonos y un libro de Marwan.

Me asomo por la ventana, y veo la ciudad que me parió,  y pienso lo bella que es. Vuelvo a cerrarme en mi mundo, y entre líneas leídas y melodías escuchadas, pienso en ti.

Y el cielo deja de ser cielo, y las nubes se convierten en la colcha donde mordemos los miedos y nos perpetuamos en los recuerdos. Y todo es un gran vacío, pero a quién le importa el vacío cuando se trata de ti. Por ti, amado mío, me arriesgo a ir en caída libre, a lanzarme hacia tus profundidades. Cariño, ¡Dame un paracaídas! Si he de caer en ti, al carajo si no hay música, resistirme a tu vuelo es una de las cosas que mi alma viajera no podrá evitar. Alma paradójica, ¡Maldita sea! Quiero quedarme en ti. Por primera vez, quiero estacionarme, desempacar mis maletas, pertenecer a un sitio, a tu sitio, a tus brazos, a la colcha.

Ahora, mi único deseo es viajar en tus recuerdos, que seas el eterno pasajero de mi vida.

Y nuevamente miro por la ventanilla, y las nubes se despejan y pienso: La aerolínea lo ha logrado.

MARTHA ROJAS